Apuesto lo que sea que si te digo la palabra astrología, lo primero que te viene a la cabeza son los signos del zodiaco.
O puede que incluso me nombres la posible influencia de los planetas en la personalidad, si te han interesado mucho estos temas.
Y si ya eres un alumno aventajado, no me cabe la menor duda de que en algún momento de tu vida has pedido que te hagan una carta astral.
¿Qué no sabes qué es? Pues vendría a ser como un “retrato del cielo” en el momento de tu nacimiento. Un jaleo vamos, que si el Sol, el ascendente, los planetas, el nodo norte… pero lo que nos pasa muchas veces desapercibido al resto de mortales, no entendidos en la materia, es la importancia de la Luna en este tipo de interpretaciones.
Hoy viene a “Enredhadas” Marialeda López Román, terapeuta experta en acompañamiento para el crecimiento personal, para hablarnos de la Luna en la carta natal.
Y es que la astrología, no es aquello que nos enseñaron esos personajes mediáticos de los 90 y que tanto daño hicieron con todas sus pantomimas.
La astrología puede ayudarnos, como una herramienta más, a entender a nuestro entorno más cercano, porque al final se trata de eso. De tomar conciencia de cómo somos y de cómo es la gente que nos rodea, qué necesidades emocionales y afectivas tienen, para comunicarnos con ellos de la mejor forma posible.
Y si nos importa nuestro entorno más cercano, ¿no nos van a importar nuestros hijos? Dicen que no hay manual para ser padre o madre, pero ¿y si el cielo nos dejara algunas pistas? Hoy hemos mirado hacia la Luna, pero no hacia la del cielo, sino la que habita en la carta natal de nuestros hijos. Esa Luna que revela sus emociones más profundas, sus necesidades invisibles, la forma en la que se sienten cuidados, contenidos y amados.
Gracias Marialeda por recordarnos que detrás de cada comportamiento que no entendemos, cada silencio, cada berrinche o cada sonrisa de nuestros hijos, hay una Luna que pide ser reconocida.
Porque cuando un niño se siente visto en lo que verdaderamente necesita, florece. Y cuando una madre o un padre también se permite ver su propia Luna, el vínculo se vuelve más auténtico, más humano y más amoroso.